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Joaquín Boix: vocación por hacer sentir bien

 

Joaquín Boix nunca se imaginó que a los 26 años sería socio gerente de una franquicia en Montevideo de una cadena argentina de restaurantes como Negroni. Pero su completo convencimiento y seguridad en lo que le gustaba y lo que quería hacer, lo pusieron rápidamente en el lugar que está hoy. Administrar proveedores, empleados, sueldos y manejar los bancos son sus tareas diarias. En la noche, durante las horas de más movimiento se da una vuelta para colaborar con los chicos, deseando que la barra de sushi necesite gente para poder calzarse la casaca y el delantal, porque es lo que más disfruta.

Todo empezó no hace tantos años, cuando tenía 18 y trabajaba como cajero en el restaurante La Perdiz. También atendía la barra, y en ese puesto descubrió que sentía una satisfacción enorme cuando lograba que el cliente se fuera sintiendo que había tenido una experiencia agradable.

Entre las ollas no tenía mayor experiencia que la de preparar un buen arroz, y la de gustarle comer bien y abundante. Aunque recuerda que el acto de cocinar le inspiraba mucho respeto. Pues por más que fuera un arroz, se concentraba en que quedara bien en todos sus puntos, tanto en la textura como en el sabor. De esa forma se dio cuenta de que si el arroz lo hacía él, lo disfrutaba y comía con ganas, mientras que si lo hacía otra persona, lo comía simplemente para alimentarse.

Después de trabajar dos años en la caja y la barra de La Perdiz, se pasó al rubro inmobiliario por un tiempo y se fue a vivir a Punta del Este con su padre. La vida en el balneario era muy buena pero no le gustaba su trabajo. Y como parece que dos años es la vara de Joaquín para medir etapas, ese fue el tiempo que demoró en volver a la capital decidido a estudiar y dedicarse a la gastronomía. En marzo de 2015 ya estaba instalado de nuevo en Montevideo, trabajando en la administración de La Perdiz y estudiando Arte Culinario y Gestión Gastronómica en la escuela Gato Dumas. Al poco tiempo surgió, junto con los dueños de La Perdiz, la oportunidad de asociarse para abrir Negroni.

Para hacer bien su trabajo, Joaquín considera que se requiere mucha dedicación y pasión, y entender que más allá de una fuente de ingreso es un estilo de vida y hay que adaptarse, aunque sea difícil. Está convencido de que para crecer en este rubro y cumplir con los objetivos que uno se proyecta no queda otra opción que poner mucho tiempo, sacrificio y saber que uno se va a equivocar muchas veces pero no puede frustrarse ni bajar los brazos. Pero nada de esto sería posible si falta lo fundamental: “te tiene que gustar”. “Yo realmente disfruto lo que hago, y cuando veo que un cliente se va del lugar con una sonrisa me llena el cuerpo de alegría”, dice este cocinero y gerente cuyo plato favorito es una buena molleja marinada en limón, a la parrilla, acompañada con pan. El punto tiene que ser súper cremoso, que se deshaga en la boca, por la cocción lenta y a baja temperatura. En su cocina no pueden faltar ajo, grasa (si es de pato mil veces mejor) y ají.

Sin dudas, estar entre las ollas y sartenes es lo que más le gusta a Joaquín, aunque en este momento su posición no se lo permite con la frecuencia que le gustaría. Precisamente, como las cosas se dieron tan rápido, tiene pendiente dedicarle tiempo a la investigación en la cocina. Es común en el mundo de la gastronomía salir a recorrer el mundo aspirando a empaparse más de experiencias que de dinero. Apenas Joaquín tenga la oportunidad, armará la valija y se irá a cocinar por distintos países para capturar experiencias y conocimientos. No sabe cuándo, ni cuanto tiempo, pero es una espina que tiene clavada y en algún momento se la va a sacar. A corto plazo, los planes son posicionar a Negroni lo más alto posible e intentar estandarizar la marca.

Fotos: Sergio Gómez

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